La palabra
amor es la más sagrada de nuestro vocabulario. Tal vez toda nuestra evolución
se concrete en vivir el concepto amor en la realidad del planeta. Todas
nuestras experiencias tienen este componente de amor como base, empezando por
amarnos a nosotros mismos.
Un amor
incondicional no es un amor sentimental, ni uno amor romántico. Un amor
sentimental se basa en la carencia, “Yo
te quiero en la medida que me das lo que necesito para ser feliz”. Pone
condiciones, aunque no sean conscientes. Es un amor donde uno es víctima de los
demás y verdugo de si mismo, o verdugo de los demás y víctima de si mismo. Impide
crecer, limita, hay miedo y apego, pena y lastima. Rindes tu poder y tu libertad.
El amor
romántico se basa en la ilusión, los sueños, la irrealidad. Te desconectas del
mundo, de tu propia verdad, te
construyes un mundo aparte para evitar el dolor. Aquí encierras, bloqueas, tu
poder y tu libertad. Hay miedo a ser uno mismo.
El amor
incondicional fluye. Acepta la realidad
y ve más allá de ella. Hay comprensión,
nos permitimos ser y permitimos a los demás ser. Es contundente y dulce a la vez. Empodera a
quién se acerca y a uno mismo. Se basa en la mutua confianza, el dar y el
recibir, en la gratitud, en la libertad
de ser y el respeto; en la comprensión y en el crecimiento; en el conocimiento.
Saboread
estas palabras por favor, dejad que os invadan y hagan su labor. Con amor.
María
Angels

No hay comentarios:
Publicar un comentario