“El amor es un bálsamo que
contiene el poder de curar y renovar. Es la llave de todas las puertas”. Eileen
Caddy.
A los seres humanos nos
llega el conocimiento real, a medida que somos capaces de entenderlo e
integrarlo. Ni antes ni después pues sería desperdiciado y mal usado. Así el
conocimiento se abre paso en nuestras conciencias como una flor que se va
abriendo al sol, hasta que esta totalmente madura y abierta, luego sus pétalos
caen al suelo nutriendo una nueva floración.
Así mismo es el corazón
humano. Poco a poco se va abriendo al sol del Espíritu y su motivación es la
búsqueda del amor. Sin embargo la belleza del amor es tanta y tan potente y
delicada que no se puede definir ni encerrar en adjetivos como “mío”.
Mayormente la palabra amor va asociada a las relaciones entre las personas.
Cuando se habla del hijo o la hija se dice, “mi hija, mi hijo”, indicando y
dejando muy claro a los demás que el amor del hijo-hija sólo pertenece al padre
o la madre. Cuando se nombra a la pareja se deja claro “mi mujer, mi hombre”.
Cuando se siente atracción
hacia otro ser humano, enseguida se le pretende encasillar en un “mí”,
significando un “te quiero para mi”. Como un tesoro que se quiere acaparar, que
se enmarca en un cuadro, o se coloca en una jaula donde se contempla y se goza
de su belleza. Pero en realidad lo que se hace es limitar su brillo, con el
tiempo su belleza se apaga y su fuerza se agota.
El amor es la esencia de la
vida, el motor por el que nos movemos o bien buscándolo o bien disfrutándolo o
bien dándolo. Y debe ser libre para moverse, para brillar, para dar y para
recibir. Nadie es dueño de nadie, nadie puede poseer para sí solo el secreto de
la vida. Las normas, los dogmas, las religiones intentan y lo han logrado,
definir el amor, enmarcarlo en sus manifestaciones, para así preservarlo para si. Quizás ignoran
que el amor tiene múltiples facetas en su manifestación, que cada persona
emitirá hacia otra una o varias de estas facetas y necesitara recibir también
para si misma algunas de ellas Porque estas manifestaciones del amor son la
nutrición que el Espíritu necesita en su ciclo de vida, tanto humano como
divino.
En el estado de evolución
espiritual de otras civilizaciones, de otros lugares planetarios, y en la
tierra en algunas personas, más a nivel intelectual que práctico; se vive y se entiende el amor como el
pegamento que une la vida entera tanto de la tierra como planeta y como la
evolución que en ella se da. El hilo conductor que a todos nos une y a todos
nos nutre, convirtiéndonos y haciéndonos partícipe del Todo lo que Es. Sentir,
saber, vivir, de forma totalmente natural que formamos parte de Dios. Por lo tanto el apego, el “mio”, la posesión
no existe. El apego limita, condiciona, restringue y por consiguiente retrasa
la evolución y corta la creatividad.
Cuando el amor es libre, no
condicionado, enriquece y nutre al que lo recibe. Lo sostiene en tal forma que
su vida como por arte de magia cambia de
color gris a la brillantez y luminosidad de los colores que aportan nuevas oportunidades, nuevos proyectos, las soluciones, la alegría, la fuerza, la
inspiración, entre otras muchas cosas. Pero cuando se rechaza el amor por no
poder poseerlo o se le pone el sello de “mio”, la magia que envolvía a la
persona se corta, ya no hay nutrición, y los colores poco a poco se apagan y todo vuelve a ser
gris.
El concepto de poseer solo
esta en la mente, pero nunca en el corazón. Así cuando aprendemos a vivir desde
el corazón aprendemos, poco a poco a dar libertad al amor tanto en el darlo,
como en el recibirlo, y el concepto de posesión se cambia al de permitir,
permitir que; “ el amor que siento en mi por ti circule libremente entre tu y
yo y nos enriquezca aportando a cada uno de nosotros el alimento, la nutrición
que nuestro Espíritu necesita”.
Cuando el amor se limita al
“mío”, hay celos, miedo a perder, inseguridad, recelo. Y todo acaba siempre en
dolor emocional y espiritual, porque hay “carencia de nutrición espiritual”. En
la posesión se intenta llenar la carencia, pero hace el efecto rebote, la
carencia crece. Porque ella no es más que la necesidad de nutrición que tiene
el Espíritu.
El amor como hilo conductor
de nutrición y conexión de la vida entera aparece en todos los seres humanos,
entre personas de diferente sexo, de
diferente raza, de diferentes condiciones y estados, cuando se le deja libre
mediante el reconocimiento abierto y sobre la base de la confianza; cuando se
lo deja manifestar en cualquiera de las facetas que necesite hacerlo; cuando no
se le confunde con el deseo personal sino que se le reconoce como lo que
realmente es entonces la energía de una persona complementa a la de la otra y
viceversa, y ambas personas recibe la gracia del amor, el toque de magia en sus vidas. Si se la
acepta y se la deja en libertad la magia
permanecerá en la vida de ambas personas. Si se la rechaza o se la etiqueta la
magia se apagará.
Esto es para Espíritus
maduros, de mente abierta y corazón puro;
grandes almas con capacidad de cambiar su comprensión del amor y capaces de elaborar una base de confianza en si mismas y
en las personas por las que se sienten atraídas. Sobre esta base de confianza, el corazón de
ambas personas florece en función de recibir y dar. Tal vez alguien necesite de
alguna faceta en particular que no tiene y sin embargo necesita, entonces su
propia confianza atrae hacia ella la manifestación del amor que necesita para
su nutrición.
María Angels.
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