Estoy
observando como, entre las personas que se cuidan y cultivan, se ha generalizado una forma de ser y de
relacionarse con los demás que potencia la inseguridad en lugar de la
confianza.
Se supone
que los que “más saben” son los que más tienen que dar ejemplo de lo que es
saber Ser y Estar.
Sin
embargo es muy frecuente encontrarnos con personas que se entrometen en
nuestras conversaciones, o nos cortan cuando les exponemos algo, terminando siempre por darnos, gratuitamente, el motivo y la razón de lo que pasa y la solución. O sea emitiendo su juicio “bien
intencionado” para “nuestro bien” sobre cualquier cuestión.
Al final
terminamos abrumados, confusos, enfadados y con mal cuerpo, sin decir que nos
sentimos totalmente incomprendidos. “si yo sólo quería que me escucharan, sólo
quería hablar”, pero nos han liado al máximo.
¿Os
reconocéis en lo expuesto?
¿Porqué se
hace esto?, evidentemente la persona “bien intencionada”, desea que se vea
cuanto sabe, desea impresionar con su sabiduría; que se la tenga en cuenta, a
su manera desea ser útil. Sin embargo tal vez ignore o se le haya pasado por
alto que aquel juicio que emite es lo que no puede aceptar o no sabe ver en si
mismo.
Justo
ahora, en estos tiempos tan intensos que vivimos, empezamos no a entender, sino
a integrar nuestra globalidad universal. Como todo lo que somos, pensamos y
hacemos afecta a todos nuestros cuerpos y a nuestro entorno. Por algunos años
lo hemos estado comprendiendo, es ahora que esta comprensión va integrándose
poco a poco en nuestra forma de ser a través de la experiencia del momento. Es
como descubrir un mundo nuevo y surge el afán de hacerlo saber. Es la etapa que
vivimos. Todos queremos ser terapeutas, todos somos coach, maestros y gurus,
todos tenemos la verdad. Y es cierto, pero para nosotros mismos, no para
apabullar a los demás con ella.
La verdad
tiene muchas caras y cada uno de nosotros tenemos la nuestra, la parte que nos
corresponde; pero los demás también
tienen la suya y tienen todo el derecho y libertad de vivirla, porque de esa
vivencia surgirá su crecimiento. Y de nuestra vivencia surge nuestro
crecimiento.
Así que,
por favor, no nos sintamos superiores a
los demás por pensar que vemos más claro
que el otro, no nos sintamos perfectos, no miremos a los demás como
“pobrecitos”. Estar equivocado no significa ser “malo” y tener razón no
significa ser “bueno”. Miremos más allá de la apariencia que se nos muestra y
acordémonos del bien que hay en el otro, del bien que hay en nosotros.
Aprendamos
a compartir nuestra experiencia pero no a imponerla a los demás. Escuchemos
para ser escuchados. Amemos sin condiciones, sin juicios, dando libertad al
otro para Ser y Estar, sin condiciones.
María Angels
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