lunes, 4 de marzo de 2019

VIVE Y DEJA VIVIR

                                                                   


Estoy observando como, entre las personas que se cuidan y cultivan,  se ha generalizado una forma de ser y de relacionarse con los demás que potencia la inseguridad en lugar de la confianza.

Se supone que los que “más saben” son los que más tienen que dar ejemplo de lo que es saber Ser y Estar.

Sin embargo es muy frecuente encontrarnos con personas que se entrometen en nuestras conversaciones, o nos cortan cuando les exponemos algo,  terminando siempre por darnos, gratuitamente,  el motivo y la razón de lo que pasa y la  solución. O sea emitiendo su juicio “bien intencionado” para “nuestro bien” sobre cualquier cuestión.

Al final terminamos abrumados, confusos, enfadados y con mal cuerpo, sin decir que nos sentimos totalmente incomprendidos. “si yo sólo quería que me escucharan, sólo quería hablar”, pero nos han liado al máximo.

¿Os reconocéis en lo expuesto?

¿Porqué se hace esto?, evidentemente la persona “bien intencionada”, desea que se vea cuanto sabe, desea impresionar con su sabiduría; que se la tenga en cuenta, a su manera desea ser útil. Sin embargo tal vez ignore o se le haya pasado por alto que aquel juicio que emite es lo que no puede aceptar o no sabe ver en si mismo.

Justo ahora, en estos tiempos tan intensos que vivimos, empezamos no a entender, sino a integrar nuestra globalidad universal. Como todo lo que somos, pensamos y hacemos afecta a todos nuestros cuerpos y a nuestro entorno. Por algunos años lo hemos estado comprendiendo, es ahora que esta comprensión va integrándose poco a poco en nuestra forma de ser a través de la experiencia del momento. Es como descubrir un mundo nuevo y surge el afán de hacerlo saber. Es la etapa que vivimos. Todos queremos ser terapeutas, todos somos coach, maestros y gurus, todos tenemos la verdad. Y es cierto, pero para nosotros mismos, no para apabullar a los demás con ella.

La verdad tiene muchas caras y cada uno de nosotros tenemos la nuestra, la parte que nos corresponde;  pero los demás también tienen la suya y tienen todo el derecho y libertad de vivirla, porque de esa vivencia surgirá su crecimiento. Y de nuestra vivencia surge nuestro crecimiento.

Así que, por favor,  no nos sintamos superiores a los demás por  pensar que vemos más claro que el otro, no nos sintamos perfectos, no miremos a los demás como “pobrecitos”. Estar equivocado no significa ser “malo” y tener razón no significa ser “bueno”. Miremos más allá de la apariencia que se nos muestra y acordémonos del bien que hay en el otro, del bien que hay en nosotros.

Aprendamos a compartir nuestra experiencia pero no a imponerla a los demás. Escuchemos para ser escuchados. Amemos sin condiciones, sin juicios, dando libertad al otro para Ser y Estar, sin condiciones.

María Angels















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