A veces es
necesario buscar el silencio, pero un silencio lleno de sencillez y de fuerza
de Vida, que permita el sentir, el escuchar
los reencuentros con el propio Ser. Esos silencios se imponen por si
solos, son como el agua para el sediento, tienen peso y consistencia. Son
silencios impregnados de lo Sagrado donde lo que parecía tan lejos se pone tan
cerca, donde lo complicado se vuelve fácil, donde uno se fortalece y se mira
más al espejo. Silencios que son la antesala de cambios y nuevos retos. Silencios
que se viven con una sonrisa en la comisura de los labios porque el Ser sabe y
goza del momento. Las palabras sobran. La personalidad se entrega dócil y
alegre, impaciente y expectante, agradecida y amorosa.
¿Qué más
se puede pedir?
Así que
poco a poco voy saliendo de un silencio y abriendo una puerta, ¿hay alguien ahí?

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