Veo el desenvolvimiento del crecimiento interior, como una serie de etapas por las que se tiene que pasar. Es decir, vivirlas. La mayoría de las veces sin orden aparente. Al menos en el orden lineal al que nuestra mente está acostumbrada. Pero si que se viven en función del orden interior de cada persona. Lo que hace que no se puedan prever con antelación, sino que aparecen cuando es el tiempo adecuado para cada persona. Brincando de un lugar a otro. Así a veces una etapa que, por orden, tendría que estar en primer lugar reaparece en medio de etapas más avanzadas bloqueando el camino, hasta que se vive y se integra totalmente.
Sin embargo veo también que a medida que vamos avanzando en este hermoso proceso de cambio de conciencia, todas estas etapas se simplifican en su naturaleza, algunas es como si desaparecieran unificándose en una sola. Todo es más sencillo y natural. ¿A que se debe esto? Pienso que nos estamos volviendo más inteligentes en el sentido de tener la mente más libre de ataduras emocionales y conceptuales, evidentemente, eso conlleva una mejor gestión emocional. Por lo tanto crecemos más deprisa. Todo va más rápido.
¿Es que acaso nos protegemos de nuestros estados emocionales? NO. No se trata de protegernos, ni reprimirlos, sino vivirlos y sentirlos, pero sin dejarnos condicionar negativamente por ellos. Sino incluirlos, conscientemente y positivamente en nuestra forma de ser.
Y aquí es cuando entra en juego la más grande de todas las etapas, si es que puede haber una más grande que otra. LA DE AMARTE A TI MISMO.
Estoy viendo como últimamente esta etapa reaparece una y otra vez. ¿Por qué? Tal vez porque no terminó de comprenderse del todo y no se integró debidamente.
Amarse uno mismo. No significa que seamos egoístas o no hagamos caso a los demás. Significa aceptarnos cómo somos, tal cual. Claro que primero hay que saber cómo somos. Somos el más digno invitado a nuestro propio corazón, el más digno de respeto, el amor más grande de nuestra vida. Eso somos. Soñamos y esperamos que llegue el amor de nuestra vida, o que la pareja que tenemos nos descubra como el amor de su vida. Eso no sucede sí antes no nos descubrimos a nosotros mismos como amor que somos.
Amarnos a nosotros mismos puede ser un desafío. Hemos estado programados para no amarnos. Por eso al hacerlo podemos sentirnos mal. Es hora de traer de vuelta a nuestro corazón, ese amor.
No es un sentimiento, no es una convicción, no es un concepto, no es un yo más que tú, no es algo aparte. Es más bien una cualidad, un atributo que reconocemos en momentos de equilibrio y serenidad. Que nos hace sentirnos fuertes y seguros y a la vez sencillos y humildes. Es una inocencia natural, espontánea. Es el gesto, la mirada, el toque, la elegancia. Expresa la capacidad que tenemos de ser como somos sin pretender ser diferentes. Es saber sin pretender demostrar. Es estar sin querer destacar.
En amarnos a nosotros mismos aprendemos a amar a los demás, porque vemos en ellos lo hermoso y grande que hay en nosotros y comprendemos en ellos lo que hemos vivido en nosotros. Eso es el amor que nos une.
¿Qué nos lleva a amarnos así? Muchísimas cualidades, a cual más hermosa. Confianza, respeto, autoestima, valoración, humildad, sencillez, comprensión y sigue, sigue, sigue....
¿te amas a ti mismo? Obsérvate y haz una lista con tus observaciones, verás que bonito.
En paz y amor.
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