Una de las cualidades que distinguen a una persona de estar despertando en conciencia, es la capacidad de observación de si misma.
Mientras estamos dormidos la mente divaga, de un lugar a otro, llena de conversaciones, distrayéndose, cayendo en actitudes del pasado, rememorando hechos, recreando viejas formas de ser o fantasías improductivas.
Cuando vamos despertando la mente permanece alerta, observando que se manifiesta en ella, qué pensamientos, qué actitudes, qué sentimos. Estamos creando conscientemente nuestra vida.
En general la mente esta acostumbrada a funcionar con unos determinados patrones, bien arraigados por muchos años de práctica, pero que no nos sirven a nuestros propósitos actuales. Cambiar la forma de funcionar o cambiar estos patrones para implantar otros toma un esfuerzo de atención y voluntad.
No es suficiente con querer hacerlo. No es suficiente con meditar. No es suficiente con comprender. Hace falta actuar, con observación consciente y continua. Tomar acción y redireccionar las energías que emergen de los patrones del pasado para que trabajen a favor de la vida que queremos manifestar.
Y así una y otra vez, vamos reeducando la mente, las emociones. Cada vez más profundo, con más comprensión y conocimiento. Hasta que sea una forma de vivir natural, totalmente integrada, sin esfuerzo, porque ya el pasado no forme parte de los hábitos presentes. Hay que deshacer los caminos energéticos que construyo en forma de esquemas, patrones, actitudes y hábitos. Es aquí donde es necesaria la actitud de observación de si mismo.
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