La mente es curiosa. La tenemos acostumbrada a absorber mucha información que llamamos conocimiento. Libros y libros. Y como somos inteligentes y entendemos lo que leemos pensamos que ya sabemos y queremos más.
El Espíritu es más sabio que nuestra mente y él sabe que sólo es válido el conocimiento que ha pasado por el corazón. Sino es así, nada se mueve.
Pero la mente no confía en el corazón y habla y habla.
Mientras habla no escucha al corazón. Por lo tanto no podemos integrar de manera fluida y armónica. Lo tenemos que hacer en fases críticas. Porqué a través del esfuerzo por superarlas aprendemos a escuchar, integramos el conocimiento y hacemos el aprendizaje.
Así aprendemos a escuchar al corazón.
El Espíritu es más sabio que nuestra mente y él sabe que sólo es válido el conocimiento que ha pasado por el corazón. Sino es así, nada se mueve.
Pero la mente no confía en el corazón y habla y habla.
Mientras habla no escucha al corazón. Por lo tanto no podemos integrar de manera fluida y armónica. Lo tenemos que hacer en fases críticas. Porqué a través del esfuerzo por superarlas aprendemos a escuchar, integramos el conocimiento y hacemos el aprendizaje.
Así aprendemos a escuchar al corazón.
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