viernes, 26 de abril de 2019

MEMORIAS

                                 

                                                                         

Nosotros todos poseemos una memoria. Una memoria sutil que viene de los planos internos, de las vidas vividas;  una memoria genética heredada de nuestros ancestros y una memoria de hechos cotidianos.

En general no somos conscientes de la memoria sutil, como tampoco de la genética, excepto cuando nos topamos con emociones e inquietudes que no sabemos controlar.  Como  en general nos duelen los recuerdos  optamos por apartarlos para no sentirlos. Sin embargo las fuerzas de la Vida acaban por abrirse paso en nuestra consciencia  a través de la cantidad de rostros, apariencias, historias, sensaciones. Sino estamos preparados podemos sentirnos abrumados por ello.

¿Qué es realidad y que no es realidad?

La verdad es lo que está floreciendo en nuestros corazones y que experimentamos cada día un poco más si aceptamos despojarnos de nuestros miedos, apegos o prejuicios.

Demasiado a menudo nos centramos en las herencias o memorias heredadas, encontrando en ellas excusas que justifican nuestras debilidades y así el no desarrollar suficiente coraje y determinación. O sea nos debilitan en lugar de fortalecernos, que es su misión.  Exaltan el yo de victima en lugar de sanar nuestras heridas a través de una comprensión sutil de Espíritu. En esto debemos ver que es nuestra decisión y voluntad hacia qué lado nos inclinamos. La Vida no nos maltrata ni nos castiga,  para eso nos bastamos nosotros solos.

Para la personalidad cada vida vivida es una historia, un decorado y una puesta a punto en donde, al ser vivida, extraemos un aprendizaje, una conclusión. Pero la personalidad ignora que finalidad tiene todo lo vivido, no tiene consciencia del Plan Evolutivo que sigue el Espíritu, su Espíritu. La imaginación puede confundir por real lo irreal.

En cambio para el Espíritu es diferente porque sí sabe las razones de tales vidas, él si tiene un Plan al que ceñirse. Igual que la Vida tiene un plan para toda la humanidad global y cada Espíritu en particular. El Espíritu tiene amplitud de visión, no así la personalidad.

Es como tener un libro abierto. Para la personalidad cada capitulo es una historia totalmente diferente. No tiene relación con el capítulo anterior ni el siguiente. Sin embargo para el Espíritu el final del capítulo es un cambiarse de vestido y decorado pero siguiendo la línea narrativa del libro entero. Ese es el Plan.

Por eso al profundizar en el crecimiento personal, no es tan importante la historia que nos llega, ni el decorado en si, sino lo relevante es la esencia de lo que nos llega, el aprendizaje,  lo que hace florecer al corazón.

Los años que vienen van a abrir nuestra memoria, no para dar vueltas con placer o disgusto y confundirnos  sobre lo que fuimos, sino para que decidamos romper alguna cadena de errores y afirmarnos en nuestros propósitos internos, libremente elegidos.  Esto ya hay muchas personas que lo están viviendo, quizás sin saberlo.

Aceptemos pues lo que procede del ayer, de la memoria, como una proposición de reflexión, que nos lleve al aprendizaje y la madurez.  Que lo que imaginamos como nuestro “ayer”  no nos frene en nuestra acción, forma de ser o en nuestra lógica personal, sino que nos complete. 

Para comprender bien todas esas cosas simplemente, dejemos abierta la puerta del corazón. En él hay un ojo, una boca, una mano que en conjunto son la expresión de otro corazón, más transparente, ¡nuestro Ser!. El corazón se convierte en una puerta que se abre la inmensidad del Tiempo, al espacio infinito de Vida que abarca todas las Vidas.

Y así es.





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