Nosotros
todos poseemos una memoria. Una memoria sutil que viene de los planos internos,
de las vidas vividas; una memoria
genética heredada de nuestros ancestros y una memoria de hechos cotidianos.
En general
no somos conscientes de la memoria sutil, como tampoco de la genética, excepto
cuando nos topamos con emociones e inquietudes que no sabemos controlar. Como en
general nos duelen los recuerdos optamos
por apartarlos para no sentirlos. Sin embargo las fuerzas de la Vida acaban por
abrirse paso en nuestra consciencia a
través de la cantidad de rostros, apariencias, historias, sensaciones. Sino
estamos preparados podemos sentirnos abrumados por ello.
¿Qué es
realidad y que no es realidad?
La verdad
es lo que está floreciendo en nuestros corazones y que experimentamos cada día
un poco más si aceptamos despojarnos de nuestros miedos, apegos o prejuicios.
Demasiado
a menudo nos centramos en las herencias o memorias heredadas, encontrando en
ellas excusas que justifican nuestras debilidades y así el no desarrollar
suficiente coraje y determinación. O sea nos debilitan en lugar de
fortalecernos, que es su misión. Exaltan
el yo de victima en lugar de sanar nuestras heridas a través de una comprensión
sutil de Espíritu. En esto debemos ver que es nuestra decisión y voluntad hacia
qué lado nos inclinamos. La Vida no nos maltrata ni nos castiga, para eso nos bastamos nosotros solos.
Para la
personalidad cada vida vivida es una historia, un decorado y una puesta a punto
en donde, al ser vivida, extraemos un aprendizaje, una conclusión. Pero la
personalidad ignora que finalidad tiene todo lo vivido, no tiene consciencia
del Plan Evolutivo que sigue el Espíritu, su Espíritu. La imaginación puede confundir por real lo irreal.
En cambio
para el Espíritu es diferente porque sí sabe las razones de tales vidas, él si
tiene un Plan al que ceñirse. Igual que la Vida tiene un plan para toda la
humanidad global y cada Espíritu en particular. El Espíritu tiene amplitud de
visión, no así la personalidad.
Es como
tener un libro abierto. Para la personalidad cada capitulo es una historia
totalmente diferente. No tiene relación con el capítulo anterior ni el
siguiente. Sin embargo para el Espíritu el final del capítulo es un cambiarse
de vestido y decorado pero siguiendo la línea narrativa del libro entero. Ese
es el Plan.
Por eso al
profundizar en el crecimiento personal, no es tan importante la historia que
nos llega, ni el decorado en si, sino lo relevante es la esencia de lo que nos
llega, el aprendizaje, lo que hace
florecer al corazón.
Los años
que vienen van a abrir nuestra memoria, no para dar vueltas con placer o
disgusto y confundirnos sobre lo que
fuimos, sino para que decidamos romper alguna cadena de errores y afirmarnos en
nuestros propósitos internos, libremente elegidos. Esto ya hay muchas personas que lo están
viviendo, quizás sin saberlo.
Aceptemos
pues lo que procede del ayer, de la memoria, como una proposición de reflexión,
que nos lleve al aprendizaje y la madurez. Que lo que imaginamos como nuestro “ayer” no nos frene en nuestra acción, forma de ser
o en nuestra lógica personal, sino que nos complete.
Para
comprender bien todas esas cosas simplemente, dejemos abierta la puerta del
corazón. En él hay un ojo, una boca, una mano que en conjunto son la expresión
de otro corazón, más transparente, ¡nuestro Ser!. El corazón se convierte en
una puerta que se abre la inmensidad del Tiempo, al espacio infinito de Vida
que abarca todas las Vidas.
Y así es.

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